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Al margen de lo común

EL MUERTO DEL MOLINO
Por Daniela Castro Mireles.



La FÉ forma parte del día a día de todo individuo, es interesante como sentimos que hay algo más allá y tenemos esa necesidad de creer en algo. Desde niños nos incursionan en religiones según  la creencia de nuestras familias. A mí en lo personal me incursionaron  en una religión extensa donde Dios es por sobre todas las cosas, pero donde hay un santo para cada situación, "pídele a José Gregorio Hernández que te cure si estas enfermo", "a San Antonio para que te paguen o para que te traiga un buen hombre", "pídele a San Alejo para que aleje todo mal", y así. Como también me dijeron que existe lo malo, las malas energías, el mal de ojo, los sortilegios, las maldiciones.

Estamos esos seres curiosos que queremos ir mas allá de lo que nos cuentan, aun teniendo presente que la curiosidad no nos lleva a nada bueno, pidiendo permiso a esas energías que se encuentran de forma no común entre nosotros para indagar en sus historias.  En esta oportunidad traigo nuevamente de Cojedes, municipio Ezequiel Zamora, parroquia Manuel Manrique, EL MUERTO DEL MOLINO: 

Hace algún tiempo, una familia de  mango redondo por motivos económicos se mudó a la palma. Esta familia tenía un hijo adolescente de 16 años, quien no estaba muy contento con la mudanza ya que todos sus amigos se encontraban en Mango Redondo. Al joven le costaba mucho adaptarse al nuevo lugar de residencia y tomó la costumbre de trasladarse en su bicicleta todas las noches a su lugar de origen. La madre creía mucho en lo que se decía anteriormente: si creas un hábito diario, de noche te van asustar. El muchacho, como todo joven terco, no le hacía caso a la mamá. 

Un día como todos, jugando cartas se le pasó la hora y se le hizo más tarde que los días anteriores, este preocupado porque  sabía que al llegar a casa la mama lo reprendería,  salió más apresurado de lo normal, al pasar por la curva de la hormiga recordó los cuentos de las personas que pasaron por sucesos paranormales en ese lugar. Justamente al pasar por la curva sintió un frio perpetuo que subió desde los pies al último cabello de su cabeza, sintió un peso al pedalear como si alguien iba con él en la bicicleta. Estaba muy asustado y recordó que la mama le dijo que ante tal situación se hiciera una cruz con chimó, al hacerse la cruz sintió una palmada en el hombro y una voz que le dijo: "primo me quedó en el molino". El muchacho hizo una breve parada y con la misma pedaleo  hasta llegar a su casa tan pálido como una hoja de papel y la mama diciéndole sin el hablar "te lo dije, te lo dije". 

El joven perdió la costumbre y empezó hacer amigos cerca de su localidad. Lo cuentan en Cojedes específicamente en Manuel Manrique. No hagamos caso omiso a los consejos de nuestros padres, porque siempre tienen la razón.

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