Redes Sociales

Columnas

Al margen de lo común

EN LA OSCURIDAD DE LA NOCHE PARTE 2
Por: Daniela Castro Mireles.


Y continuo el camino, sentía miedo, nunca le había ocurrido pero siempre hay una primera vez, pensó en un amigo que una vez hablando con él le dijo que en casos como este que él estaba viviendo cuando tenía miedo de permanecer solo nada mejor que ponerse a hablar consigo mismo, cantar una canción en voz alta, silbar una melodía o hacer ruido con algo que se llevara en las manos, con esta idea que le había llegado así tan de repente se dispuso a partir por la calle donde se encontraba, se fue caminando, a los lado de su caminar diviso aleros, paredes, arboles de vieja data, al frente veía como se le iba acercando las rejas de aquella plaza bolívar, todo ello lo distinguía en una escasa visibilidad que la oscuridad le permitía, aplicando una de las fórmulas de aquel amigo para darle ánimos comenzó a hablar en voz alta consigo mismo, se hacía preguntas y se daba rápidas respuestas, se daba consejos, se hacía recriminaciones, cuanta cosa se le ocurría se escapaba de sus labios, pensaba en voz alta pero él no, el subconsciente trabajando a todo dar le traicionaba, los ojos le iban de uno a otro lado buscando en sus travesuras algo que no quería encontrar, escudriñaba en las cercanías miraba y remiraba en su entorno vigilaba la ruta que seguía, esta actitud le molestaba, porque lo distraía y le hacía perder el hilo de la conversación intima que pretendía sostener, por más que trataba volver a ella no le era posible la recuperación firme del pensamiento desistió de eso cuando apenas llegaba a la esquina de la plaza.

Quiso cruzarla en diagonal pero no pudo porque sus puertas permanecían cerradas, se aferró a ellas con firmeza al final un suspiro de impotencia le escapo y se olmenecio en el aire de la media noche, el aguardiente comenzaba a ser exigente pues una sed le atrapaba empezó a martirizarle la boca y la garganta –donde beber agua, donde tomar algo- se preguntó y el mismo se dio la respuesta pues no encontró nada, se fue por la acera norte de la plaza, no conversaba se dedicó a silbar, pero miraba insistentemente hacia adelante, no se atrevía a bajar la mirada atento a lo que se le pudiera acercar sorpresivamente para tratar de correr, escaparse, huir, tropezó con una piedra tirada en la acera y perdió el equilibrio, no callo pero se le fue el silbido de los labios y solo pensaba en los fantasmas de la noche. Perdía la serenidad para conversar consigo mismo o para poder silbar, saco de sus bolsillos un grueso manojo de llaves y comenzó a sonarlo primero en las manos luego contra sus muslos mas tarde contra el enrejado de la plaza y después la zarandeaba al aire aquella idea era un aguijón de miedo, de temor y de pánico, no le abandonan con sus tétricas pensadas se detuvo un instante quiso regresar y no lo hizo, quería hablar, silbar, correr, hacer ruido pero el miedo se lo impedía justo entonces sonaron 12 campanadas en la iglesia, sintió sacudirse a su lado los muertos que transitaban al filo de la media noche, sabía que las campanas no suenan solas más imagino que habían sido tocadas por el sacristán, cumpliendo con la tradición en funciones diferentes avisar la llegada de las 12 de la noche con igual número de campanadas. 

–Si claro han sido tocadas por el sacristán-

Se dijo mentalmente, sintiendo un poco de ánimo con ese pensamiento que había alguna persona cerca de él le dio coraje y con decisión fue siguiendo su camino. Fue a la esquina oeste de la plaza, cruzo hacia el sur y con unos pocos pasos quedo frente a la iglesia, volvió al recuerdo de los fantasma y tuvo miedo de levantar la vista, tenía los ojos fijos en la punta de sus zapatos, hasta entonces no se había dado cuenta que estaba roídos y desconchados en la punta, con mugre, barro y bosta de la calle, solo se veía el, su parte interior es decir de la cintura para abajo le pareció que parado allí se encontraba incompleto a penas movía los ojos de un lado a otro y en un reducido espacio que poco a poco fue alargando a medida que sus impulsos dominaban la situación por eso le fue deslizando lentamente hasta tropezar con el centro de la calzada luego con la acera de frente y allí los dejo posados de repente sintió un escalofrió que estremeció todo su ser, los pelos se le pusieron de punta, la epidermis se le volvió un erizo, un frio no sabía de donde se le estaba colando hasta los huesos, presentía que algo no muy distante le acechaba, era una terrible sensación trato de rezar mas no pudo sintió la desesperación de no saber rezar, recordó que nunca quiso desde niño aprenderse las oraciones que su madre se empeñaba en enseñarle, cuando en su casa trataban de enseñarle ya de adolescente salía con una bravuconada ahora lamentaba no haber aprendido aquellos rezos rebusco en su interior un tanto de valor y cambio su comportamiento se sintió diferente, había pasado la crisis, el pánico se había ido. Recuperado deslizo su mirada hacia la pared frontal de la plaza que estaba enfrente, vio su amarillo colonial y entonces cosa curiosa comenzó a recordar todas las casas amarillas que había conocido, ello le sirvió para abstraerse un poco de la angustia del momento dio varios pasos y al cambiar su mirada hacia el lado opuesto fijo los ojos de la parte sur de la fachada de la iglesia de pronto no quería avanzar más ni con la mirada ni caminando parecía que lago lo detenía volvió el escalofrió, otra vez el miedo en forma de erizo sobre la piel, una briza fugas parecía que le alaba los pantalones, el miedo se le arrinconaba en todas las partes del cuerpo la mente se le lleno nuevamente de recuerdos asustadizos, vuelta a pensar en las oraciones y nada le vino a la memoria, nuevamente al sacristán quiso encontrárselo para abrazarlo, hablarle, tenerlo a su lado que hiciera compañía y con su ayuda terminar aquella agonía, así cobro fuerzas otra vez, lo busco cerca pero no lo encontró.

– Si toco las campanas está en el campanario–

Se dijo pero alzo los ojos para tratar de verlo en lo alto donde están las campanas y lo que vio le heló la sangre, un hombre inmenso semejante a un gigantesco muñeco de largas piernas que montado en el campanario las estiraba hasta el suelo, perdió el aliento, no podía hablar, menos gritar, ni dar un paso, tampoco correr, la impresión le dejaba en el techo un terrible susto cardíaco, era un ser grandote, delgaducho, fumándose un tabaco tan descomunal como el mismo, las piernas le bamboleaban de una puerta a otra en la entrada de la iglesia y la chocaba luego arrancando chispas de candela con sus tobillos y talones, aquel se reía diabólica mente.

–jajajaja –

Era una riza satánica, aquella risa grabe y profunda invadía sus oídos mientras un olor de sulfuro le llegaba a la nariz, los brazos los extendía el fantasma y le quedaban sobre el techumbre de la iglesia y cuando recogía sus manos aparecían amontonada sobre los balcones de la fachada, sentía que la muerte le llegaba en forma de fantasma de noche oscura, de pueblo solitario, de angustia sin compasión, estaba inmóvil, sin embargo hizo un esfuerzo su premo y sus ojos que parecían dominados por aquel extraño ser de ultra tumba comenzaron a girar a donde le dictaba su voluntad a penas le dio vida trato de desviarlos de aquel sitio y muy poco a poco lo fue logrando hasta que comenzó a sentirse con libertad de movimiento, capaz  de caminar y sobre todo correr, dio la espalda y salió todo, escapo, ya no le importaba hacia dónde dirigirse corría y corría hasta perderse de aquel lugar y llegar a casa para pasar aquel asombro, alcanzo la esquina norte de la iglesia, hacia el este del poblado, no había andado ni una cuadra cuando desde el alero de una casa lo llamaron

– señor, señor, ¿Qué le pasa?-
Le dijeron
– ¿porque corre tanto? –

Le volvieron a interrogar con vivo interés, detuvo la carrera, descanso por breves segundos, nuevamente se sintió seguro, hizo cortas inspiraciones, expulso fuertes bocanadas de aire recupero la confianza en sí mismo extrajo un pañuelo amarillento por el sucio del bolsillo del pantalón y se lo paso por la frente secando el sudor que parecía de siglos que le estaba corriendo, y cogió aliento para responder al interlocutor que aún no había visto

– Vengo asombrado de la otra calle compañero –
 Contesto quejándose
 – ¿Qué hay en esa calle? –
Fue la nueva pregunta  
– Algo horrible –
Replico casi sereno ya por la presencia de alguien
– Pero ¿Qué es eso tan horrible? –
Insistieron en la pregunta
– me ha salido el caniyon sentado en la torre de la iglesia –
Le dijo y le agrego
– es un aparecido con las piernas y brazos muy largos –  

Seguidamente oyó una risa muy fina, esta le pareció conocida, un ligero sacudimiento le estremeció al compararla con la que anteriormente había odio en la iglesia, esta vez era una carcajada cargada de humor malsano con un retintín de mofa, intrigado después busco al que le hablaba y lo diviso viéndolo como un hombre pequeño sobre el tejado, entonces el hombrecillo se removió a la vez que se bufoneaba le decía

– Serán tan grandes como las mías–

Mientras extendió sus piernas y las posaba sobre el alero de la casa de enfrente haciendo un puente sobre los 2 techos y moviendo sus manos sobre las rodillas a la vez, se movía grotescamente murmurando

 – Será posible que tú que me has descrito infinidad de veces te asustes al encontrarme –

Ya era demasiado, entorno los ojos y cayó al suelo violentamente y se sumió a la inconsciencia hasta el siguiente día que fue recogido por los lugareños que a las horas muy tempranas se presentaban para ir a sus diarios quehaceres.

Después ya recuperado y con el amargo sabor de aquella experiencia juro no beber más en su vida, no seguir siendo el noctambulo (se empecinaba), aprender a rezar y olvidarse de chistar con los fantasmas sean imaginarios o los de purita verdad .

btemplates

0 comentarios:

Publicar un comentario