Vi Princesas, no Principes
Solo quería explicarte el por qué de mis acciones. No te culpes, es mi culpa. Yo nací así supongo. Tú estabas en todo tu derecho de despreciarme, si hasta tu dios me odia, ¿Por qué tú no me odiarías? Me merezco tu juicio. Esto que siento no es correcto aun cuando se siente bien y es inevitable. Si todos dicen que no debo sentirme así ¿Quién soy yo para dudar de su palabra?
Pero te aseguro algo, traté de evitarlo, desde que era una niña y tuve aquel sueño con mi mejor amiga, te juro que traté de evitarlo. Aun cuando su sonrisa me hacía la niña más feliz pensar que tú me odiarías me sumergía en una profunda tristeza. Me odiaba, hasta mis últimos días me odié. Por decepcionarte, por no ser la hija que esperabas, por sentirme como me sentía.
Me odiaba tanto que lloraba por las noches, que me hacía daño. Lo merecía. Era un error para esta sociedad, merecía todo el dolor que sentía. No estaba bien que mirara a otras muchachas de la forma que yo las veía. Mis amigas no eran así, así que definitivamente era yo el problema. Quise hacer esto antes pero no tenía las fuerzas para hacerlo, soy una cobarde.
Empecé a crecer y a conocer nuevos amigos, había personas como yo, algunos parecían felices pero para ti ellos no debían ser mis amigos. Sus actos eran una aberración, tu dios no permitía que dos de mis amigas se amaran, no era correcto, no podía ser. Me alejé de ellos, y de todos. Me oculté. Sentía vergüenza de mi misma.
Pero entonces pasó lo peor: la conocí a ella. Lo supe apenas la ví. Estaba enamorada. Ella sentía lo mismo. Creía sentirme feliz en aquella época, me sentía invencible. Junto a ella sentí que quizás lo que sentía no era incorrecto. Algo tan puro como nuestro amor no podía ser algo malo. Algo que me hacía querer llorar de felicidad, no podía ser una aberración. Al menos eso creí.
Ella me hizo creer que todo estaba bien, que no había nada malo en cómo me sentía. Podía asegurar que por fin me amaba a mí misma tanto como la amaba a ella. Queria gritárselo al mundo, quería contártelo, compartir mi felicidad contigo. Finalmente, te lo dije. Mi mundo se derrumbó nuevamente apenas me miraste a los ojos aquel día. Tanta decepción y desprecio me volvieron pedazos el corazón. Me sentí sucia nuevamente, perdí el valor, perdí la felicidad. La perdí a ella.
Mi vida se tornó peor de lo que era. Tu despreció me acorralaba días y noches en mi habitación. Las lágrimas parecían interminables. Solo quería que me amaras. Que alguien me amara. Porque resultó que no solo eras tú quien me odiaba. Todos lo hacían. En la misma calle que caminaba tomada de la mano de ella, cuando sentía que solo existiamos ella y yo, ahora caminaba con temor, sus miradas me enjuiciaban.
A muchos a quienes llamé amigos me dejaron sola, mi familia me hizo a un lado y a ti parecía que no te importaba. No podia seguir sintiendome así, haciendote sentir así. Me dijeron que hacer esto no me dolería, pero a mí ya no me afectaba el dolor, hace tiempo que me canse del dolor, que me canse de sufrir, que me canse de vivir. Esto solo es un paso más. Mi ultimo paso. Quizas esto te haga vivir mejor, total, ya no seré más un error, seré un recuerdo.
Quiero que sepas que te amo, eso nunca cambió. Sigo siendo la misma que te hacia reir con sus payasadas, la que siempre necesitaba tu atención, la que sacaba buenas notas, la que tenia mal caracter. La misma a la que le costaba expresar sus sentimientos pero solo le bastaba un abrazo tuyo para sentirse mejor. La de la cicatriz en la rodilla por aquella caída que tuve por no escucharte. La que se emocionaba todas las noches porque tú le traias una nueva historia de amor para leer antes de dormir. La que llora con las peliculas, le gusta la comida, es desordenada y cree en los cuentos de hadas. Lo único es que donde tu viste a un principe, yo vi a una princesa. Eso cambió todo. Eso terminó todo.
-Anónimo.
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